Y no por demostrar mi rebeldÃa o mi obstinación a las reglas (si acaso eso existe en mÃ). Sino por que realmente prefiero saber lo que soy y lo que no soy, lo que tengo y lo que no tengo pero más aún (y sobre todo) lo que me gusta y lo que no me gusta. Cuál era el punto de estar en un paraÃso donde lo que te gusta no lo decidiste, las opciones no difieren, todo es bueno y por lo tanto debe gustarte (qué chiste tiene comer solo frutas y verduras, cuando puedes comer carne y pasarla con una cerveza). Me levanto y aplaudo, si señor, aplaudo por la diferencia y los contrastes, por Eva y por su resolución a probar algo distinto a lo que le ofrecÃa el paraÃso de dios, por su espÃritu de experimentación y escepticismo. Adoro pues, esa última capacidad. Dudar de lo existente y juzgarlo, criticarlo y desmenuzarlo y no creernos todo y mirar y mirar y buscar razones que (aunque puedan ser despedazadas y creadas de nuevo) nos permiten evolucionar pensamientos que generan otros. Y estos a su vez generan más y complementan otros. Adoro que no somos ingenuos y que no basamos nuestra imaginación en estatutos dictados por “un ser superiorâ€. Qué serÃa de lo que llamamos cultura, ciencia y conocimiento sin ese escepticismo y esa diferencia.
Estimado lector, no se preocupe. No me he convertido en profeta del Monstruo Volador de Espagueti. Simplemente sentà el deseo de escribir algo en contra de todos esos evangelizadores que se atreven a plantear sus ideas como el objeto de verdad, que se pretenden superiores y minimizan lo distinto a ellos (aunque mi imaginación no alcanzó más que para esto). Me enfurece ese sentido de superioridad guanabi de algunas personas y sin embargo, los respeto. Por eso, hoy comeré la manzana que me expulse de sus paraÃsos y ellos… que coman caca.